diego belmonte fernández rey AlfonsoX.22 Para no resultar reiterativos, centraremos nuestro discurso tan solo en aquellas cláusulas o particularidades propias de los grupos analizados. Tras el protocolo inicial, la profesión de fe23 y el preámbulo,24 más o menos coincidentes en todos los casos, especialmente interesante suele ser la información que nos aporte la exposición del documento. En ella, una de las primeras menciones es siempre aquella relativa al estado de salud físico y mental del testador, fórmula esta fundamental. Son numerosos, la mayoría, los que hacen el documento estando ya enfermos, si bien, en otros casos, se redacta estando sanos de cuerpo y mente, pero ante alguna situación que les hacía temer por su vida. En este sentido es ilustrativo que Pedro Fernández de Castro, señor de Lemos, lo haga expresando su buena salud en 1337 porque se iba a la guerra. No morirá hasta años después, en 1343.25 O Martín Fernández de Córdoba, alcaide de los Donceles, que era joven pero iniciaba un largo viaje para participar en el Concilio de Costanza como representante de Castilla.26 También resulta revelador que en el caso de los eclesiásticos, a la hora de entregar su cuerpo a la tierra y su alma a Dios, sea habitual pedir la intercesión de Cristo y de María para que sus pecados sean perdonados y actúen como sus abogados,27 al tiempo que invocan a los santos patrones de sus diócesis o a aquellos a los que tienen especial devoción, para que les ayuden a alcanzar la anhelada vida eterna. Así se ilustra con Juan de Cervantes, arzobispo de Sevilla, quien implora a San Hermenegildo bajo cuya advocación había fundado la capilla donde sería enterrado, o Gonzalo de Illescas, obispo de Córdoba, que lo hace aSan Jerónimo y San Agustín.28 Otra característica formal del testamento otorgado por eclesiásticos, será situar también en la expositio el preceptivo permiso del papa para 499 22 Pardo Rodríguez 2016. 23 Rucquoi 1988, pp. 51–66. 24 Cendón Fernández 2007, pp. 679–680; Gil Ortega 2014, pp. 239–268. 25 Pardo de Guevara y Valdés 2000, pp. 35 y ss. 26 Cabrera Sánchez 1994, p. 65. 27 Beceiro Pita 2010, pp. 27–48. 28 Cendón Fernández 2007, p. 696.
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